APOGEO, RIQUEZA, REVOLUCIÓN Y LAICIZACIÓN (del Ministerio de la Fe al Ministerio de la Cultura)
La Cartuja está en su apogeo y se ha convertido en la más rica de Francia. Tiene cerca de 100 personas, con 24 presbíteros y 30 hermanos conversos, y un número más o menos igual de servidores y obreros. La riqueza de la comunidad puede leerse en el oro y los mármoles, en las esculturas y en los cuadros que decoran las paredes.
En 1649 el arquitecto François Royers de la Valfenière realiza un proyecto de pórtico monumental, decidido cuatro años antes. El estilo barroco lujuriante es sin duda poco cartujano, pero refleja el gusto de esa época y el espíritu de la contrarreforma. En 1660, Luis XIV atraviesa el pórtico en una gran ceremonia, cuando viene de visita a la Cartuja, acompañado por su numeroso séquito. Poco antes de entrar en el siglo XVII solo queda ultimar una serie de locales, cuya función es más económica que religiosa (salvo la capilla de los Difuntos que se construirá pronto en el claustro del cementerio): se construyen granjas, la hospedería, un comercio de maderas, el hospital y la cocina de los domésticos, y la fuente San Juan se cubre con una bóveda. En el exterior, estalla la tormenta de la Revolución. Tres fechas bastan para ilustrar el derrumbe de un mundo que había durado cuatro siglos:
- 14 de febrero de 1790: se suprimen las órdenes religiosas.
- finales de 1792: parten los cartujos
- 27 de mayo de 1793: se pone a la venta el convento.
Los terrenos y los edificios que pertenecían a los Cartujos son declarados bienes nacionales, divididos en 17 lotes y vendidos por adjudicación en Beaucaire el día 1 Termidor del año II (19 de julio de 1794). Se excluyen de la venta los "cuadros, mármoles, elementos de carpintería y frescos que se encuentran en la iglesia y las capillas adyacentes, la sacristía y el refectorio". A esta enumeración han de añadirse los 8.500 libros de la biblioteca, el medallero y diversas riquezas que se encuentran dispersas y que, en su mayoría, desaparecerán. Sólo el inventario levantado en 1791 nos prueba la amplitud de los bienes artísticos y artesanales que había dentro de la Cartuja. El siglo XIX es para la Cartuja un período de desmantelamiento, y se convierte en un barrio más o menos de mala fama de Villeneuve. En su visita de 1834, Prosper Mérimée poco se fija en la Cartuja y sólo le interesa por la tumba de Inocente VI, y los ultrajes que ha sufrido: "barricas, troncos de olivo, escaleras grandes se han amontado en un pequeño reducto donde está el mausoleo... El propietario de estas ruinas ha roto la parte baja para hacer un armario". El informe que levanta es una constatación abrumadora, y también es un grito de alarma, un llamamiento al Estado para que asuma su responsabilidad de preservación del patrimonio. Serán necesarios tres cuartos de siglo para que su llamamiento sea escuchado.
El siglo XIX será el siglo de la recuperación del monumento. En 1909, Jules Formigé, arquitecto, entrega a la Comisión de los Monumentos Históricos su "Informe sobre la Cartuja de Villeneuve-lès-Avignon". Es una evaluación escrupulosa y documentada de la situación que incita a la acción. El Estado inicia esta acción, que se extenderá también durante cerca de tres cuartos de siglo y que puede resumirse en tres palabras: comprar, restaurar, rehabilitar.
Parcela por parcela, el Estado compra terrenos y edificios a unos trescientos propietarios privados allí instalados. La restauración puede comenzar, restauración que continúa aún el día de hoy. En 1973 sólo faltaba dar un alma a este edificio prestigioso, habitarlo. Esto se concretará con la creación del CIRCA, que concibe un proyecto cultural ambicioso: convertir este lugar en una forma de "Villa Médicis" a la francesa. A partir de entonces empieza otra historia, una historia que puede descubrir en la sección C.N.E.S. (Centro Nacional de las Escrituras del Espectáculo, por sus siglas en francés) en la página web la Cartuja.